Fiddel Rodríguez Ramos
Hay una nueva forma de entender la democracia, y ésta es el de que una minoría, al ganar diversos puestos de representación popular los usen para agredir a la sociedad, sobre todo en el aspecto económico.
En los finales de 1993, nos opusimos a lo que se llamó un acuerdo comercial con EUA y Canadá, nosotros, en un claro nivel de desigualdad, competiríamos contra esas poderosas naciones. El convenio se conocería más tarde como Tratado de Libre Comercio (TLC), quienes se oponen a lo que sería un claro dominio norteamericano, que nos cambia nuestra milenaria forma de comer, son los más humildes de México, los indígenas quienes, con armas en mano, le declaran la guerra a Carlos Salinas de Gortari.
Salinas convence a millones de personas para aceptar el TLC, con la idea de que gracias a ese tratado llegaría a los sindicatos la libertad para nombrar representantes democráticos, además de que esas dos poderosas naciones no permitirían que el PRI siguiera haciendo de las suyas para ganar presidencias municipales, diputaciones (locales-federales), senadurías, gubernaturas y por supuesto la presidencia de la república. Acéptenlo, porque ello –nos dijo Salinas- es la oportunidad de comerciar con la nación más poderosa del planeta.
Hoy el tiempo ha dado la razón a lo previamente anotado, pues nuestros campesinos no pudieron competir con los agricultores yanquis, quiénes con los apoyos que reciben de su gobierno, pueden darse el lujo de vendernos millones de toneladas de maíz a un precio barato, fijando con ello un precio internacional, provocando la ruina de miles de agricultores, quienes se han vuelto obligados a vender sus tierras o emigrar al Norte.
Ese desigual comercio además destruye la industria textil, del calzado, de la porcícultura, avicultura mexicana. Hay por ello un gran desempleo. Los extranjeros deseaban eso, para tener una mano de obra barata, agua en abundancia regalada, cero sindicatos. Pronto empezaron a llegar maquiladoras americanas, ensambladoras de televisores, de piezas que se ocupan en la industria aeroespacial y militar. En Michoacán los empresarios gringos dedicados a los cultivos de aguacate, fresa, arándano, berries, encontraron un paraíso, pues libremente, sin ninguna sanción, pueden destruir un delicado entorno natural, con agroquímicos, pesticidas.
Obrador de alguna manera en los últimos momentos de su gobierno, trata de limar las puntas más filosas de ese arbitrario tratado, encontrando el rechazo, la oposición de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN); del PRI, PAN y PRD que no dudaron en ir a Europa, al Vaticano a denunciar lo que para ellos es un ataque a las leyes internacionales, a ¡la Constitución!. Aplaudieron los pronunciamientos de los presidentes Biden (EUA), Trudeau (Canadá), Pedro Sánchez (España) que nos advirtieron que el desigual tratado comercial “no se toca”, y amenazaron, de seguir en esa justa línea de defensa mexicana, pronto irían a denunciarnos a los tribunales internacionales. De nosotros, de nuestro voto depende de que en el 2024 eso cambie o siga afectándonos.