Fidel Rodríguez Ramos

  Muchas veces las cosas que vemos todos los días como naturales, no nos hacen reflexionar sobre su origen y, uno de ellos actualmente son los libros de texto para el nivel básico en las escuelas, apenas desde 1960 éstos empiezan a repartirse durante el gobierno de Adolfo López Mateos, los imprimía el gobierno, según entiendo, la sagrada Constitución así lo exigía, además el Presidente tenía la facultad de decidir el contenido, los temas para kínder, primarias, secundarias y normal.

  Recuerdo que en Pátzcuaro en el desaparecido campo deportivo Lázaro Cárdenas llega López Mateos en un helicóptero, todos los niños, niñas lo saludamos moviendo en el aire los textos. Todavía al visitar algunos hogares de la región lacustre, he podido observar paquetes de libros que se han conservado, muchos por el largo periodo de consulta vimos cómo se destruyeron. En la educación el problema no son los libros, que son un auxiliar, sino los maestros pues en sus manos el peor texto puede aprovecharse.

  Como siempre ha sucedido en México, no faltó quien viera una preciosa oportunidad para sacar ganancias, obteniendo del Presidente permiso para imprimirlos en sus talleres particulares, quienes se “rallan” son los que producen los de secundaria desde hace más de treinta años. No les importó hacerlos con graves errores, al fin y al cabo eran regalados. Los poderosos se sintieron contentos, que más podían pedir, incremento de la ignorancia y dinero al máximo.

  La perversidad no para ahí, en el tiempo de Vicente Fox, Felipe Calderón se obliga a todas las maestras (os) a usarlos, pues en ellos se basaba el contenido (durante seis años) de un examen nacional. Llegaban las autoridades escolares, a checar que se usaran esos absurdos materiales sin pies ni cabeza. Preguntaban, como policías, a los adolescentes si el maestro los usaba, ante esa cuestión, los chamacos defendían a sus profesores y les decían: “Sí mire ya vamos hasta aquí, ya mero falta poquito para terminar el de historia.”

  Ahora el odio de los enemigos de la educación pública, que llegaron al extremo de quemar libros en Monterrey, está contra los nuevos libros de la Cuarta T, diciendo absurdamente, que si uno los lee se vuelve comunista, una ingenuidad que aprovecha el PAN, PRI y PRD para posicionarse. El más furioso atacante hoy es el tránsfuga, desertor del movimiento morenista, el reconocido líder de 1968 Gilberto Guevara Niebla, biólogo egresado del Instituto Politécnico Nacional (IPN), a quien le da lo mismo trabajar con Fox, Calderón, Peña Nieto y Obrador, siempre que haya una buena recompensa.

   Y claro que fue el mero mero en el Congreso de la Unión, para apoyar la criminal reforma educativa de Peña Nieto. Se realiza una consulta nacional a la cual fuimos invitados, en una mesa  de trabajo coordinada por el exsecretario de educación José Ángel Pescador Osuna, externamos nuestro juicio sobre tal propuesta, declarando que no tenía nada de bueno, al leer los resolutivos en una plenaria, hasta brinca de su asiento Guevara Niebla, cuando escucha tal resolutivo que por supuesto fue ignorado, sin embargo en la memoria del evento queda registrado.

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