Alicia R. Ramírez

   El pasado domingo, 2 de septiembre se realizó una marcha de cientos de personas, hombres, mujeres, niños salieron a las calles de Valle de Bravo, Estado de México para exigir a las autoridades poner un alto a la lamentable desecación, registro de bajos niveles en una importante presa de agua, que desde hace décadas permite un importante desarrollo regional, debido a que se convierte en un sitio paradisíaco para vivir, ello alienta la construcción de muchas mansiones, se abren muchos sitios de esparcimiento para recibir cada semana a muchos paseantes.

   Lo anterior está a punto de acabarse pues la presa registra poca acumulación, esto ya lo había hecho llegar una atenta mujer a Reflejo de Michoacán, quien se lamentaba sobre lo que pasa también en el emblemático lago de Pátzcuaro. Los bajos niveles de ese embalse, se denunció en la manifestación es porque cada vez se envían más cantidades de agua para atender las necesidades de la Ciudad de México, que van creciendo afectando a Valle de Bravo.

   Lamentable lo que sucede ahí, pues era fabuloso acudir los domingos para contemplar desde las alturas todo un escenario majestuoso, contratando frágiles aparatos aéreos que brindaban pequeños recorridos; además de artificios que se ponían en el cielo, grandes paracaídas arrastrados por lanchas. Todo ello está a punto de arruinarse. Y como para no creer, el agua en ese vaso se reduce a raíz de que grandes volúmenes de líquido se extrae para ¡formar lagos artificiales! en las más grandes, hermosas residencias que tienen importantes figuras de la política, industria o artistas.

  No cabe duda, insensiblemente vamos acabando con lugares hermosos, que son el sostén de muchas familias. Nos falta conocer lo peor, en la misma capital del país, el no disponer de agua para las necesidades más apremiantes, como calmar la sed, asearnos, en el WC, lavar nuestra ropa, mantener limpia nuestra casa, regar nuestras plantas y arbustos (donde aún se tenga la fortuna de mantenerlos). Una trágica situación se vive en Morelia, hace treinta y cinco años cuando la gente, en pleno centro, no la llega a tener durante tres o cuatro días, muchos debieron ir hasta Los Filtros a bañarse (situado a ocho o diez kilómetros), comprar garrafones para poder usar el sanitario. Ello al parecer no alecciona a muchos sobre la posibilidad, en un no muy lejano futuro de vivir, con una mínima cantidad de ella, la que permite el milagro de la vida en la profundidad de los océanos en la Tierra.

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