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   En Michoacán las poblaciones prehispánicas de Uricho, Pichátaro colaboraron con el emperador purhépecha quien tenía su palacio principal en Tzintzuntzan, para lograr la conquista de un amplio territorio. Un intercambio comercial, cultural de los uacusecha (águilas), que llegaba hasta la actual Belice y Arizona.

  La grandeza de nuestros ancestros sigue presente, se recuerda, como en Pichátaro donde se edifican casas, trojes de madera, con un tapanco que tenía la función de regular el ambiente, además de funcionar como un depósito excelente para guardar semillas, tener ahí todo el año fruta, legumbres gracias a un secado natural. Algunos trojes eran contra temblores, gracias a que en la base se coloca un gran rodillo de madera.

  Los españoles, y todavía hoy, muchos nos consideran atrasados, “incivilizados”, con una herencia que debe ser borrada de nuestra conciencia. Se nos acusa de ser ignorantes, sin ninguna base o conocimiento de desarrollo, cosa falsa, pues en esa misma Tzintzuntzan se realizaban obras de irrigación para el cultivo de maíz en terrazas. Las mazorcas permiten un alto desarrollo en gran parte del continente americano, nuestros ancestros lo domestican en Tamaulipas y Puebla; lograron desarrollar otras sesenta y seis especies diferentes de vegetales, como lo afirma Florencia Müller.

  Nuestros hermanos de Norteamérica domestican el perro; en México diversas clases de amaranto, dejan de ser salvajes, gracias a que las dominan nuestros antepasados, todavía hace poco se cultivaba en Pátzcuaro ese prodigioso fruto que los cosmonautas llevan al espacio, pues les da una alta fortaleza. Hace mil años en Chihuahua, había una ciudad llamada Paquimé, donde las habitaciones tenían calefacción y drenaje, construida con adobes, tenían una fuente de agua en el interior, dos juegos de pelota.

   Nunca hemos sido tontos, enemigos de las llamadas ciencias duras pues los mayas y náhuatls, desarrollan un sistema matemático de posiciones que corresponden al cero. Mil ochocientos años, antes que los europeos. Predecían los eclipses, tenían elaborados calendarios para hacer más precisa la práctica de la agricultura. Los mayas, sus sacerdotes, bailarines practicaban lo que hoy es el ballet clásico, con las puntas de los pies gracias al dominio de un arte y gran disciplina.

  Los conquistadores dijeron que no teníamos alma, para ocultar su admiración, envidia de ver en Tenochtitlán zoológicos y jardines botánicos, con plantas medicinales clasificadas. Muchas cosas empezaron a quitarnos, para sumirnos en la pobreza e ignorancia, como el cacao; la flor de nochebuena; la cocoxóchitl (dalia) que es la mayor aportación nuestra a la jardinería universal. La Yolloxóchitl (flor de corazón o magnolia), apreciada por sus virtudes terapeúticas.

  Los reyes de Inglaterra salvaron de la muerte por hambre, a millones de sus vasallos gracias a la papa, lograda en América del Sur. Los monarcas de España, no deseaban aceptar el dominio indígena de la acústica en la actual Puebla, en Tenochtitlán, en la primera con ella eliminaban, causaban la muerte. En la segunda, igual, con silbatos producen la eliminación de personas. Durante mucho tiempo se oculta que en Teotihuacan estaba presente la gran maestría, alcanzada en las matemáticas y astronomía, en la pirámide del Sol pues cuando se oculta el astro en la tarde, lo hace precisamente frente a la fachada de la fachada del monumental edificio que lo representa. Se ha ocultado, hasta hoy, la maravilla, las cualidades del jarabe de achoque que únicamente se puede adquirir en Pátzcuaro, ese producto mínimo tiene mil años de haberse producido, la fórmula secreta se confía a una orden religiosa, por parte de una comunidad lacustre; en la NASA hermanos mayas desde hace años, colaboran en los proyectos espaciales. Hoy, en éste doce de octubre debemos pensar en recuperar todo lo robado o perdido.  

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