Fidel Rodríguez Ramos

    Quizás la pobreza nos ha hecho poco solidarios, después de no haber tenido nada de valor en la vida, de lo material, dinero, nos volvemos egoístas, somos indiferentes ante los ruegos de alguien que pide una caridad en la calle, en el transporte público, en los portales ante un muchacho, adulta que canta.

  Y es increíble ver como muchos, que poco tienen, se detienen a dar una moneda a alguien que con fervor la pide. En Pátzcuaro, se ha perdido, a lo mejor sólo este año, la bella tradición de tener un centro de acopio para quienes sufren una tragedia, como la acaban de pasar las gentes en Acapulco, muchas perdieron todo, muebles, vivienda, empleo. Es grato oír, cuando pregunte por un trabajador de la Comisión Federal de Electricidad de aquí, me contestaron: “posiblemente ande en la llamada perla del Pacífico tratando de restablecer ese importante servicio de la luz”.

  Sea verdad o no lo anterior de alguna muestra como aún en medio de la criticable situación que vive el país, haiga gente generosa, como el gran cantante Luis Miguel, admirado en muchas partes del mundo quien entrega a los acapulqueños diez millones de pesos; ese muchacho siempre ha mostrado ser como nosotros los desheredados, lo vi en el Zócalo de la Ciudad de México cuando inesperadamente aparece el subcomandante Marcos, rodeado de una muchedumbre, Luis Miguel se asombra frente a ese personaje, se emociona y con mucho respeto pide permiso para saludarlo, su cara muestra otros colores y, fue lamentable que inmediatamente los “custodios” se lo impiden, no obstante el artista no muestra disgusto o desencanto, al contrario sigue alegre el paso del guerrillero del EZLN.

  Nunca olvidaré a un gran investigador, alumno de diez, y me avergüenza el primer pensamiento que llega a mi mente, cuando él, muy feliz me dice que acaba de recibir una fuerte cantidad de dinero gracias a un trabajo que le encarga una empresa alemana en Puebla; la verdad yo creí que me iba a invitar a comer a un lujoso restaurant, para empezar a gastar ese dinero. Y no, pues me dice: “vamos a celebrarlo, comiendo unos tacos al pastor”. Me sorprendí y, ya en la sobremesa me dijo: “Mira todo lo que recibí lo acabo de donar a un asilo de ancianos”.

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