Fidel Rodríguez Ramos
Antes de que terminara el siglo XX, nos convocamos miles de personas a participar en una marcha, que se da en la actual Ciudad de México, para repudiar la inminente reforma energética, que abriría las puertas a particulares para explotar PEMEX y Comisión Federal de Electricidad (CFE), eran los últimos meses del año y, nadie imaginaba que antes de llegar al Zócalo caería una torrencial lluvia, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas todo entacuchado, el maestro Raúl Morón llegaron todos mojados, pero no importaba era una causa justa por la que se luchaba, y de nada valió pues al último, el PAN y PRI aprobaron una traición contra la sociedad mexicana.
Ingenuamente creímos, qué de ahí, con esa experiencia, millones de gentes nos uniríamos para evitar atropellamientos a las conquistas que nos legaron pasadas generaciones, y no es exageración, con ríos de sangre. Desaparecen los ferrocarriles y sólo unos poquitos trabajadores del riel en Sonora, Chihuahua bloquearon las vías para tratar de impedir ese atraco. Eso no nos une, como no propicia una lucha de todos contra la desaparición de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, impulsada para privatizar la fibra óptica en la capital mexicana, corriendo a 40 mil electricistas de su trabajo, a los pocos minutos de esa declaración llegaron los hijos de los despedidos llorando, no creyendo en esa disposición de Felipe Calderón que comparte el PRI y el gobierno de los Estados Unidos de América.
Calderón actúa igual en Cananea, Sonora, con las fuerzas del orden invade las instalaciones de una de las minas de cobre, más importantes del continente americano, para expulsar a los mineros en huelga, esa lucha, por no haber unidad entre las organizaciones sociales de lucha, lleva 16 años sin resolverse. Los hemos dejado solos, a los hijos de quienes laboraban en una mina que hace posible la Revolución de 1910, los chamacos dejaron de estudiar con la intención de trabajar en lo que fuera, para ayudar en la resistencia de sus papás. Poco a poco quienes los fuimos a apoyar en el lejano 2008, nos dispersamos, a pesar de haber dado nuestra palabra de estar siempre con ellos.
El sistema ha fomentado la dispersión, la falta de unidad entre quienes hemos sufrido los embates violentos de un Estado que eficazmente promueve el “divide y vencerás”; se ha apagado la justa lucha de los 43 normalistas de Ayotzinapa, no entendimos la necesidad de estar todos, en un solo movimiento para acabar con los feminicidios; para aclarar la desaparición de miles de gentes, la muerte de personas injustificadamente ¿dónde quedó la lucha de Javier Sicilia, que inicia en Cuernavaca tras la muerte de su hijo?. El panista Calderón causa, permite la muerte, de nada más, 200 mil personas. Hoy se la pasa de bomba en España, mientras su esposa goza de un salario de 140 mil pesos mensuales como diputada federal, cargo que le regala el PAN, que le pagan quienes venden semillas, churros en la calle.
Se aplaude el que no nos veamos como hermanos, hermanas en desgracia común, cada quien o muchos aseguran tener la razón, la verdad para aclarar, solucionar todo, para evitar la entrega de todo lo que hay en el país a otros intereses de fuera, ni siquiera mexicanos.