Fidel Rodríguez Ramos
Esto no es guerra, es una brutal, despiadada matanza israelí, nada justifica que desde octubre
del año pasado: cinco de cada cien habitantes palestinos de Gaza han sido heridos y más de uno
de cada cien asesinados. De los más de 23 mil muertos (sin contar el indeterminado número de
cuerpos sepultados bajo montañas de escombros); alrededor de 70 por ciento son mujeres y
niños. Casi noventa por ciento de todos los edificios han sido destruidos y dañados.
Los bombardeos incesantes se han dirigido contra escuelas, hospitales, campos de refugiados,
instalaciones de las Naciones Unidas y de la Media Luna Roja. Las casas son arrasadas por buldócer
para que nadie pueda volver a habitarlas y los cementerios son profanados con esos mismos
vehículos. El sadismo que acompaña a éstos actos ha sido claro: las Fuerzas de Defensa de Israel
(FDI) obligaron a un millón de personas a dejar sus hogares (hoy reducidos a cenizas) y
amontonarse en el sur de la franja de Gaza, sólo para después bombardear los mismos puntos a
donde forzaron a los civiles a desplazarse. En todo este tiempo han bloqueado la entrada de
alimentos y medicinas, pese a que la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina
en Oriente Próximo ha alertado que medio millón de personas están al borde de la muerte por
hambre.
El odio de los mandamases de Israel consume también a los soldados, quienes cada día publican
en redes sociales videos donde dinamitan barrios enteros, vejan a los prisioneros, torturan a sus
víctimas y se divierten. Lo más estremecedor de este genocidio trasmitido en tiempo real es que
en muchas de sus grabaciones los integrantes de las FDI perpetran crímenes de guerra entre
burlas y risotadas, dejando ver, que para ellos y el gobierno que los formó, los palestinos no son
seres humanos.
La máxima autoridad israelí Benjamín Netanhayu invocó un pasaje de la Biblia que llama a los
israelitas a emprender el exterminio de sus oponentes: “ahora vayan y hiéranlos y destruyan
absolutamente todo lo que tengan y no los perdonen, sino mátenlos, tanto a hombres como a
mujeres, infantes y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y burros”. Hasta hoy, sólo Sudáfrica ha
denunciado en La Haya, sede de la Corte Internacional de Justicia, esto que envilece, rebaja en su
dignidad a toda la humanidad. (RRF)