Desde 1982 el Partido de Acción Nacional (PAN), comenzó a exigir al gobierno de Miguel de la
Madrid, salido de las filas del PRI, el que se permitiera a la iniciativa privada, a las empresas
extranjeras entrar en las actividades exclusivas, por ley constitucional, de Comisión Federal de
Electricidad (CFE), la petición era atrevida, sin embargo poco a poco, la presión fue abriendo
camino, hasta que por fin en el 2013, el priista Enrique Peña Nieto, acepta los criterios, ideas del
PAN, PRI y PRD que denunciaban a la CFE como un monopolio que no debería existir, pues los
monopolios eran condenados por la misma Constitución. Para quienes se ponen a las órdenes de
Peña Nieto, también PEMEX era un monopolio que debería borrarse.
Increíblemente, ese cuento se lo creen muchos, olvidando que la industria eléctrica no se veía
como un monopolio, sino como un servicio público, estratégico, importante, soberano de no sólo
de México, sino de todas las naciones del mundo. Es necesario, dijeron los descastados, que
vengan empresas de España, Estados Unidos de América, Italia, Japón a generar energía, para que
exista un libre mercado, una “sana” competencia entre muchas compañías ¡para bien del pueblo!,
pues de ésta manera habrá un mejor servicio y, la luz se ¡abaratará!; para hacer más creíble el
engaño, muchas organizaciones no gubernamentales, internacionales como Green Peace, dijeron
que además las nuevas empresas ya no quemarían combustóleo, carbón para tener energía, como
cochinamente lo hacía CFE, ese fue el puntillazo final, aceptado por millones de gentes, que
creyeron posible terminar con el cambio climático, efecto invernadero, contaminación
considerado como mortal para miles de personas en el mundo.
En la industria eléctrica no pude haber pérdidas y, si muchas ganancias, por eso pronto las
compañías extranjeras, como en los tiempos de Porfirio Díaz fueron capaces de alumbrar a más de
sesenta millones de compatriotas, usando todas las instalaciones de CFE, ¡gratis!. Un fabuloso
negocio, un vil robo que consienten los traidores, que hoy se esconden en la llamada Coalición
Fuerza y Corazón por México. El pasado primero de febrero aplauden el que la Suprema Corte de
Justicia de la Nación (SCJN), le dé la razón a los empresarios extranjeros, ¡los ampare para seguir
robando!, y no al gobierno federal actual, que por las buenas deseaba poner un hasta aquí a un
condenable saqueo.
Hay un fuerte desempleo en México y, eso a muchos no nos importa, porque al fin y al cabo,
muchos ya la hicimos, gozamos de un empleo de base, vacaciones, jubilaciones, atención médica,
no nos importa que nuestros hijos, nietos se queden sin nada, en la miseria. Eso tendría solución si
fuéramos capaces, por lo menos de condenar, lo que regalan los gobiernos desde ese 1982:
Sicartsa, Cananea (la tercera mina de cobre en el planeta, por su alta producción), Telmex,
aeropuertos, puertos (Veracruz cien años), oro, plata (primer productor mundial de ésta última) a
canadienses y gringos, autopistas, playas (a hoteleros de España), ferrocarriles (cien años) y la
cereza del pastel Pemex y CFE ¿qué país puede garantizar un futuro para su gente sin esas
empresas o bienes?. Me duele mi cobardía, de no hacer nada, de estar con los brazos cruzados
mientras una minoría se regocija, es feliz por seguir regalando lo que “era” de sus descendientes.
(RRF)

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