En los tiempos del México colonial, la clase peligrosa había sido el lépero, prototipo, modelo del
criminal urbano y que conformaba la chusma, responsable, según la gente decente, de los males
del país desde las raterías hasta las revoluciones. En la Guadalajara republicana los herederos de
los léperos fueron llamados “pelados”. En 1850, un viajante extranjero había hecho notar que
cada calle por la cual pasaba “vomitaba a una serie de astrosos pero hábiles pelados conocidos ya
por su turbulencia, su corrupción y la energía que llevan al vicio”.
Con el tiempo los pelados de la ciudad tapatía se convirtieron en parte del folklor local
otorgándoles a ciertos barrios una dudosa fama. Una canción popular de la época presumía “Soy
pelado de San Juan/ (de Dios), tengo amigos rete-reatas/ del Molino de las Beatas/ y el barrio del
alacrán”.
Los científicos del porfiriato no hallaron nada de romántico en el crimen y la delincuencia, ya que
ésta amenazaba la imagen que el gobierno pretendía presentar en el exterior como un país seguro
tanto para la inversión de capital como para los inversionistas extranjeros. La visión que tenían los
científicos (asesores políticos de Porfirio Díaz) de las clases bajas era muy triste: gente armada
hasta los dientes, sin orden ni disciplina y propensos al crimen y a la violencia. Francisco Bulnes
escribió que el mexicano era “violento y con inclinaciones criminales especialmente cuando estaba
borracho”.
¿Cuál es el origen del comportamiento delictivo? Este problema ha atraído la atención de los
científicos sociales y ha recibido muchas explicaciones teóricas. Una de las teorías más
tradicionales explica que la sociedad urbana disloca la organización social tradicional, armónica y
estable, que se despliega en las sociedades rurales. La rápida urbanización e industrialización que
se produjo de 1800 a 1900 provocó la concentración de los emigrantes rurales en los guettos
(barrios donde viven los olvidados de la sociedad) miserables de la clase trabajadora en dónde
rápidamente se propagó el alcoholismo, la prostitución y el crimen. Recientes investigaciones en
este campo tienden a dudar que sea la “desorientación social” una característica de la vida
urbana.
Repetida desde 1810, la palabra gachupin, es puesta en los labios del inmortal cura Hidalgo,
quién en la madrugada, cuando se inicia el proceso, camino para lograr nuestra Independencia, da
la orden de coger gachupines, cosa que inmediatamente realiza el pueblo, van a los principales
negocios de los españoles, a los palacios de los mineros ricos peninsulares, se les aprehende, se les
somete a prisión, después de liberar a los presos y tomar las armas de los guardias. Gachupin,
hasta donde sabemos es una palabra de origen náhuatl que significa quien golpea o da puntapiés.
Rodney D. Anderson da a conocer los datos de léperos y pelados, en una publicación de El Colegio
de Michoacán. (RRF)

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