Alma Gloria Chávez.
“El hombre que se ataca así mismo, acaba con el Agua, el Maíz, con la Tierra… y deja de
pronunciar el nombre de sus dioses”, escribe Laura Esquivel en su libro La Malinche.
El Agua, si nos tomamos la molestia de pensar un poco más de lo habitual, resulta un prodigio
de la naturaleza. Se formó a partir de la combinación de dos átomos de hidrógeno y un átomo de
oxígeno, que establecieron un enlace poco menos que indestructible. En cuanto a sustancia, el
agua pura es inodora, incolora y sin sabor, y su gran estabilidad la convierte en una especie de
solvente universal, que es capaz de diluirlo todo, ya sea materia orgánica e inorgánica.
Actualmente además, gracias a la divulgación científica, cada vez más personas en el orbe
sabemos que el Agua llegó a nuestro planeta luego de un larguísimo proceso de enfriamiento, ya
que somos la partícula de alguna estrella que “se desintegró” hace miles de millones de años y así,
en su etapa de transición (de caliente a frío) y al orbitar en el sistema solar, atrajo fragmentos de
otras estrellas que vinieron a colapsar en el joven planeta, trayendo consigo el Agua que hoy
todavía nutre cualquier forma de vida en la Tierra.
El Agua nos es tan familiar y cercana, que muchas veces nos olvidamos que está presente casi
en cada acto de nuestra vida y que es tan antigua como el Universo mismo. Nuestro asombro
crece al darnos cuenta que de que el agua que hoy bebemos constituye el 70 por ciento de
nuestro organismo y que es la misma que también fue bebida por los dinosaurios.
Los primeros seres inteligentes del género Homo Sapiens, nuestros más remotos antepasados,
pronto se dieron cuenta de que vivir cerca del Agua, aumentaba sus posibilidades de vida, así
como la calidad de la misma. Por tal razón, algunos de ellos abandonaron el nomadismo para
asentarse junto a los ríos o lagos y asegurarse la supervivencia. Es así como suponemos que el ser
humano inventó la agricultura, a partir de la asociación entre los elementos básicos: agua, tierra,
humedad, germinación y cosecha, que le permitieron, por primera vez en la historia, modificar su
entorno y beneficiarse de él.
Gracias a su tamaño mediano y a la posición que tiene con respecto al Sol, la Tierra (Gaia) es el
único planeta del Sistema Solar donde el agua existe en sus tres estados: gaseoso, líquido y sólido.
Si la Tierra hubiera sido un poco más pequeña o más grande, o hubiera estado a otra distancia del
Sol, tal vez no estaríamos compartiendo esta historia, por la sencilla razón de que no sería posible
nuestra existencia (así como ahora la conocemos).
Se sabe que algunas de las culturas más avanzadas del México antiguo, como los olmecas,
mayas, zapotecas, mixtecos, teotihuacanos, toltecas y mexicas, poseían un orden político y social
normado por leyes variadas que se transmitían por la tradición oral. Para todas esas culturas, los
ordenamientos respecto al Agua, tenían un lugar especial y gracias a los códices se puede conocer
la importancia que este elemento líquido tuvo en la vida de los pobladores prehispánicos. Así, por
ejemplo, el vocablo Anáhuac significa “junto al Agua”.
En la mayoría de las religiones mesoamericanas, se veneraba al agua como el elemento
sagrado que (hoy lo confirmamos) es, como parte de una memoria subconsciente que reconoce el

surgimiento de la vida en ese líquido elemento hace cientos de millones de años. En el organismo
de todo ser viviente, el Agua es como una guía sabia que conoce todos sus rincones y conduce por
nuestro interior las sustancias alimenticias que hacen posible la permanencia de la Vida. El ser
humano necesita de dos a tres litros de agua al día, para recuperar lo que ha eliminado y
restaurar el equilibrio acuoso del cuerpo, calculado en unos 40 litros: de ahí la afirmación de que
“somos más agua” que cualquiera otra materia.
Tlalocan era uno de los trece cielos mexicas y a él iban los que morían ahogados, o por rayo, o
por enfermedades como la hidropesía, y también las víctimas ofrecidas en sacrificio a las deidades,
cuyos cuerpos eran enterrados con semillas de huauhtli (amaranto) y les colocaban ofrendas de
papel similares a las que usaban los dioses.
Los últimos pobladores de Anáhuac, antes de la llegada de los españoles, cantaban a su dios
Tláloc, hacedor de las lluvias. El Oriente era asociado con los Dioses de la lluvia y algunos cerros
eran identificados como entidades divinas. Loa Tlaloque eran pequeños diosecillos o “duendes del
Agua” cuya misión era ayudar a hacer llover por todo el mundo, llevando un jarro de barro al que
golpeaban con un palo, produciendo así, los truenos.
En la cultura m,aya, el dios Chac era “el rayo que desgaja las nubes y hace caer sobre la Tierra
su preciado líquido”; Zamná era “el rocío del cielo”, y el dios Hurakan era el padre del trueno. En
territorio p’urhépecha, sus habitantes utilizaban los baños de vapor para rituales de purificación;
consideraban a los lagos como “espejos donde los dioses se contemplan”, los nacimientos de agua
“los ojos por donde los cerros lloran” y los ríos y riachuelos representaban las venas que alimentan
la Tierra, llamando “caminos de vida” a los senderos por donde el agua de lluvia corría y “caminos
reales” a los canales por donde se conduce el líquido… “jamás entubarlo, que es como aprisionar
el Agua”.
“De agua somos (cita Eduardo Galeano en Los Hijos de los Días). Del Agua brotó la vida. Los
ríos son la sangre que nutre la Tierra y están hechas de agua las células que nos piensan, las
lágrimas que nos lloran y la memoria que nos recuerda”.
Hoy en día nos encontramos ante una crisis debida al acaparamiento y mala distribución del
agua, misma que se reconoce ya como un Derecho Humano. A nivel mundial, se ha evidenciado
que las malas prácticas y políticas desde los gobiernos entreguistas al gran capital, han creado un
selecto grupo denominado “Los Millonarios del Agua” (Estudio realizado por Wilfrido Gómez y
Andrea Moctezuma, UAM- México 2020), cuyos representantes en nuestro país, acaparan en sólo
dos de sus empresas en territorio michoacano (Kimberly Clark y Arcelor Mittal), más de 100 mil
527 hectómetros cúbicos de agua al año.
Quienes actúan con valentía, defendiendo el derecho innegable al Agua, denunciando a las
empresas saqueadoras y a las que propician el cambio de uso del suelo con fines mercantilistas,
son las comunidades indígenas, quienes también han evidenciado la complicidad de la Comisión
Nacional del Agua que desde el primer sexenio panista, ha entregado 514 mil concesiones para
explotar recursos hídricos en el país, lo que ha provocado sequía en buena parte del territorio
nacional. Este desastre ambiental que hoy enfrentamos, nos obliga a adoptar una actitud
comprometida hacia el cuidado y defensa del Agua, que representa el prodigio de la Vida.

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