Alejandro Martínez Castañeda

El Quinto Principio del cooperativismo universal alude a la importancia de la educación como una
herramienta para formar cooperativas que puedan incidir en el desarrollo de este tipo de
empresas sociales, y así, contribuyan con mayor eficacia con el progreso de la sociedad y las
comunidades en que trabajan. Los principios y valores en los que se basa el cooperativismo
generan procesos significativos de participación y cooperación de las socias y socios de las
cooperativas.

De acuerdo con la doctrina del cooperativismo el Quinto Principio: “Educación, formación e
información”, refiere que las cooperativas brindan educación y entrenamiento a sus miembros, a
sus dirigentes electos, gerentes y empleados, de tal forma que contribuyan eficazmente al
desarrollo de sus cooperativas. Las cooperativas informan al público en general, particularmente a
jóvenes y creadores de opinión, acerca de la naturaleza y beneficios del cooperativismo.

“Las cooperativas son organizaciones de participación educativa y cultural que aportan al
entramado y desarrollo de los territorios, al respecto Álvarez (2017) postula que una Resolución
de la ONU exhorta a los gobiernos, junto a los gremios y organismos especializados a fomentar el
establecimiento y el desarrollo de las cooperativas, creando un entorno propicio y favorable,
mediante la elaboración de programas para promover y fortalecer la educación de los miembros”,
destaca la investigadora Rocío Belén Martín.

La experta recuerda que, históricamente, fueron los Pioneros de Rochdale[3], en 1848 que a partir
de la creación del Fondo de Educación generaron un espacio que contribuía a la capacitación de
sus asociados, dando origen al principio de Educación. En esos momentos, se partía de la idea que
para mejorar las condiciones de vida no solo bastaba con mejorar la situación económica de cada
persona y del colectivo, sino que era necesario acceder y generar procesos educativos.

La Educación Cooperativa es un constructo que fue tomando relevancia en la diversidad de
contextos, y es considerada un proceso integral y continuo, de enseñanza y aprendizaje, que
contempla la formación de socios y empleados cooperativos, de sus familias y de la sociedad en
general. El proceso educativo se cimienta en los principios y valores del cooperativismo,
fortificando la identidad cooperativa, la cultura de cooperación y la sostenibilidad y el fomento del
ambiente (Ferreira y Neves do Sousa, 2019).

Expertos cooperativistas advierten que un eje fundamental de la educación cooperativa remite a
la formación para el trabajo, pero no para cualquier trabajo. Es decir, se trata de un modelo de
trabajo organizado a partir de fines y medios muy distintos a los que guían al capital centrado en la
maximización de la ganancia en el menor tiempo posible. Por el contrario, el cooperativismo
impulsa un modelo de trabajo centrado en el cuidado de la naturaleza, en el carácter
desenajenado de los y las trabajadoras respecto de los procesos productivos, así como una
democratización de las decisiones de la empresa económica incluida la definición acerca de los
productos del esfuerzo colectivo.

“Hay que refundar una sociedad ecológicamente sustentable, socialmente igualitaria,
culturalmente diversa y éticamente justa capaz de liberar a la humanidad de las intolerables
relaciones de explotación económica, dominación política y una hegemonía cultural fundada en el
egoísmo, el individualismo, el autoritarismo y la más amplia gama de injusticias. Y allí la educación
como praxis (práctica argumentada) tiene una invitación de gran relevancia”, puntualizan
especialistas en el tema.

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