Adén Castro
A la humanidad le ha venido acompañando una enfermedad letal, llamada alcoholismo, su
extrema gravedad radica en que quien la padece, ignora que es portadora de la misma, quizás
desde que nace, muchos desde temprana edad empiezan a consumir alcohol, como un inocente
juego, a los trece, catorce años, los efectos en su cuerpo de la sustancia, le hacen cometer muchas
cosas absurdas, barbaridades, pierde todo control, se convierte en otro ser desconocido, quien la
sufre cree, ingenuamente, que ya no le volverá a ocurrir.
Con el tiempo, a pesar de ser considerado una persona seria, responsable, inteligente, sociable,
respetuosa, se convierte en todo lo contrario. Pierde empleos, fracasa en su matrimonio, pierde
preciosas oportunidades para llevar una buena vida de pareja. Lo más delicado, se pierde a sí
mismo su respeto, su dignidad.
Es peligroso que el alcohólico, tome cualquier cantidad o tipo de producto que contenga esa
sustancia: cerveza, mezcal, pulque, jerez, rompope, anís, vodka. Lo peor es de que para ello, no
existe remedio alguno, sólo cuando el afectado acepte que sufre alcoholismo, puede salvarse.
Otro de los remedios es de que acepte platicar con alguien que lo acepte así, de su entera
confianza, como ser humano, que merece salirse de un infierno, que le exprese todos los
demonios que le acompañan y atormentan. Y claro, frente a lo que es quizás una minoría de
alcohólicos, hay una inmensa cantidad de quienes consumen, hasta muchos días, esa sustancia
que se vuelve letal para el cuerpo, cuando se abusa de ella. Tengamos compasión, piedad,
comprensión con quien la sufre ya sea hombre o mujer.

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