Fidel R. Ramos

En una comunidad indígena, la gente me abordó para pedirme una sugerencia, sobre el qué
hacer, ante la idea de que el Gobierno Federal les construyera una carretera de 18 kilómetros, no
la querían porque supuestamente la ordenaría hacer un presidente de la República, que no gozaba
de la aprobación de la comunidad.
Les pregunté sobre la razón, que había dado lugar a ello: “Pues vea usted, la comunidad, al igual
que muchos pueblos declaramos que ese señor presidente, se había robado la Presidencia y por
eso no permitiríamos que pusiera un pie aquí, en la zona de la meseta purhépecha, no queremos
nada de él”.
Se sorprendieron cuando les dije: “Dejen que la haga”. Pero cómo usted nos pide eso,
contestaron irritados. Si déjenlo continué, y por una sencilla razón, la vía se realizará con dinero de
ustedes, de sus impuestos que pagan por todo lo que compran, de lo que les descuentan en sus
salarios, los poquitos de ustedes que tienen la fortuna de tenerlo.
Ah caray, dijeron, tiene razón. La carretera se hizo y, con el tiempo ese Presidente repudiado
logra entrar a la meseta entregando miles de millones de pesos, en proyectos productivos que se
hacen a la carrera, puras ocurrencias, que por supuesto fracasan.
Muchos aceptamos que las autoridades, se adornen declarando, anunciando: “Ésta obra para
beneficio del pueblo, se hace por el Gobierno Federal o Estatal o Municipal”. Eso no es cierro,
porque todo lo hace posible el pueblo, gracias a que cumple con su obligación de pagar el predial,
los impuestos, permisos que se dan para poner una tiendita o cualquier negocio. Cuando se
destina hoy desde el gobierno federal, dinero para una obra en los municipios, los presidentes
municipales antes de salir las dejaban a medias, fregándose el dinero de la otra parte. En
Pátzcuaro a un presidente no se le deja ir, hasta que terminara las que mañosamente emprende,
al último momento.

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