“A mi esposa en la ciudad de Pátzcuaro, le robaron su auto afuera del CBTIS 94, inmediatamente
fue a reportarlo con las autoridades, no con la esperanza de que se lo devolvieran, sino con el
temor de que usaran el coche para algún delito, imagínese después de ser hurtada en su bien,
todavía con el peligro de ser detenida, sin deberla.
Enojada me dijo que seguramente el automóvil lo vendieron en tres mil mugrosos pesos, quienes
lo compraron seguramente lo desmantelaron para venderlo en piezas, en muchos talleres. De eso
ya han pasado años y, ni para que ir a preguntar en donde persiguen los delitos”.
“Ya ni me asusté, me robaron mi camioneta, rápido fui a poner denuncia y toda la cosa en
Uruapan, seguramente por verme la cara de menso, a los pocos días me llamaron para decirme:
“Jefe ya sabemos el paradero de su troca, pero pues si la quiere recuperar, hay que dar una corta
feria. Usted sabe, nos costó, mucho trabajo localizarla. Tanto coraje me dio que les dije, ni modo la
perdí, que se queden con ella. Calcabo ya iba a comprar otra más nueva”.
“Acabaron conmigo, no sé por qué sigo viviendo, en la ciudad de Morelia, mi chamaca estaba en
una fiesta con sus amigas. La muy ingenua les pide que le consiguieran un taxi, ellas tuvieron el
detalle de anotar placas y todo, cuando fue un desgraciado a recogerla.
Esa noche no llegó, fui al lugar donde estuvo con sus amistades, no me dieron informes, pero por
mera coincidencia pasa por la calle una de sus amigas, ella me cuenta todo. Desesperado fui a
denunciar el hecho de su desaparición, a las pocas horas la policía recibe una llamada anónima, mi
hija estaba muerta, desfigurada en una brecha, porque el taxista abuso de ella y, no contento la
aventó fuera del coche, al verla tirada le pasa por encima. ¿Cuál justicia? Denunciamos al chofer y
hasta hoy no ha pasado nada. Las gentes encargadas de la justicia, nomás están como adorno”.
(EFE)

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