Alejandro Martínez Castañeda

El neoliberalismo, como modelo económico, ha provocado pobreza por doquier, desempleo,
desigualdad social y daños incalculables al medio ambiente, poniendo en riesgo la propia
sobrevivencia humana, por lo que es necesario continuar en la lucha para implementar un sistema
económico y social que tenga en cuenta las necesidades del conjunto de los miembros de la
comunidad, y no solo las de sus sectores más privilegiados.

Como se sabe, en las sociedades capitalistas la economía depende del beneficio. Y el capitalismo
del siglo XXI se caracteriza porque la producción de bienes y servicios no es dominante y sí la
economía financiera y rentista (como pone de manifiesto el aumento de alquileres en Airbnb) y el
auge de sectores éticamente cuestionables, afirma el sociólogo español, José María García
Martínez, quien agrega que es necesario trabajar por proyectos sociales encaminados a lograr una
mayor igualdad, libertad y bienestar sociales, que favorezcan a la mayoría de la población, frente a
la proliferación de discursos y proyectos políticos autoritarios y excluyentes.

Frente al sistema económico dominante en la mayoría de los países, se encuentra una alternativa
denominada Economía Moral (EM), que se define como un “conjunto de mecanismos de
solidaridad comunitaria y ayuda mutua, basados en relaciones sociales de reciprocidad, propios de
las sociedades agrícolas tradicionales, orientados a satisfacer las necesidades básicas de toda la
comunidad”.

La EM se sustenta en una cierta ética de la subsistencia, en la búsqueda del bienestar colectivo y
no en el lucro personal. Aunque no exentas de desigualdades y pobreza, el objetivo prioritario que
articulaba tales sociedades tradicionales (de las que perduran algunos ejemplos) no era la
acumulación material, sino la reproducción y el mantenimiento del sistema social, debiendo
garantizar para ello las necesidades de todos los miembros de la comunidad, según refiere la
literatura especializada del tema.

Y, como lo afirma el economista Carlos Alberto Martínez Castillo: “Los modelos económicos de
desarrollo deben comenzar y terminar con los principios fundamentales de la filosofía moral. La
ética es inherente al ser humano, exactamente ese que satisface sus necesidades detonando el
bienestar automático de la sociedad. Lo anterior sería la garantía de que las teorías de desarrollo
estarían orientadas con un rostro que anteponga, por sobre todas las cosas, la dignidad humana

alejada del egoísmo y la indiferencia, aspectos que en ningún sentido contravienen la necesidad
de buscar la satisfacción de nuestras necesidades”.

Diferentes voces coinciden en que las sociedades menos vulnerables a las crisis alimentarias son,
bien las pobres pero autosuficientes y con mecanismos activos de EM, bien las sociedades
modernas con un sistema público de bienestar. Las más vulnerables, por su parte, serían aquellas
sumidas en un rápido proceso de modernización y proletarización, donde se ha pasado de una
economía agrícola de subsistencia a otra de mercado.

El proyecto de la llamada Cuarta Transformación en nuestro país, ha puesto en tela de juicio las
políticas neoliberales que perpetúan la desigualdad y marginan a amplias capas de la población,
reorientando la economía hacia un enfoque más humano y justo, cuya prioridad es el bienestar de
la gente, en el marco de la EM, según lo afirmó en su momento el expresidente, Andrés Manuel
López Obrador. Hoy, la presidenta, Claudia Sheinbaum, retoma este planteamiento como un pilar
de su agenda de gobierno con la finalidad de dinamizar el mercado interno y mejorar las
condiciones de vida de quienes menos tienen.

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