Alma Gloria Chávez.
“Somos herederxs de una gran riqueza que no se mide en dinero y de la que también se nos
quiere despojar”, fue una de las voces de denuncia que Aldo González, zapoteco de Oaxaca, expresó
con voz dolida y contundente, en uno de los foros nacionales, convocado por comunidades indígenas
y agrarias de distintos Estados, durante aquel memorable movimiento en defensa de nuestra
gramínea, que se denominó “Sin Maíz no hay País”, al que se sumaron instituciones como el Museo
Nacional de Culturas Populares, la Universidad Autónoma de Chapingo, Instituto de Ecología de la
UNAM, entre otras, así como Académicos, Investigadores, Promotores Culturales y ciudadanxs
comprometidxs. Esto, en la primera década del año 2000 y ante el avance de la importación del maíz
manipulado genéticamente (transgénico) que amenazaba con invadir el campo mexicano, apoyado
por algunos programas federales.
Este gran movimiento de defensa a nuestro maíz criollo, nos permitió conocer tantas historias,
leyendas, cuentos y narrativas, que (consideramos) debemos dar a conocer a nuestras jóvenes
generaciones, en un acto que podemos llamar “de retribución”… “porque nada de lo que sabemos o
conocemos, nos pertenece”, nos recuerda una estimada antropóloga.
“El maíz es de origen americano (en México se ha recoonocido la cuna del maíz) y fue introducido
al Viejo Mundo sólo después del ‘descubrimiento’ de la hoy llamada América”, cita el naturalista A.
Candolle en 1886, y las evidencias encontradas desde entonces, hacen de tal afirmación, una verdad
incuestionable.
Cultos, creencias y tradiciones prehispánicas en torno al maíz, han permitido que éste conserve
su lugar como elemento de vital importancia en la sociedad mexicana. Las familias campesinas e
indígenas que lo cultivan, le guardan un gran respeto y rigen sus vidas con esta planta milagrosa que
dio origen a tanta grandeza en el México antiguo. “Planta milagrosa, grano Sagrado, dadora de Vida,
regalo de Quetzalcóatl”, ha sido nombrada Planta y Milpa del Maíz, siendo protagonista importante
en el desarrollo de las sociedades precolombinas en el continente conocido como Ab-Ya-Yala, antes
de la presencia y dominación española.
En la inmensa mayoría de las sociedades campesinas actuales, el pensamiento religioso, las
faenas diarias, las fiestas, todo sigue girando en torno del Maíz. “El maíz divide y organiza el tiempo
del pueblo mexicano. El pasado se recuerda por su abundancia o escasez. El Maíz no es no sólo un
alimento, aunque por ser el más importante, se convierte en un organizador de la vida y de la
relación entre la gente. Con él, se fijan las secuencias de la historia, los puntos centrales del
calendario, las horas del reloj”, cita un texto del libro, que dedicado al Maíz, publicó el Museo
Nacional de Culturas Populares.
Hoy en día, pocos tenemos en cuenta de que cuando un campesino encomienda a Dios sus
sembradíos, cuando habla suave a la milpa para que no la asuste y maltrate el vendaval, está
llevando a cabo un acto de noble generosidad, que para los habitantes de la ciudad, simplemente
pasa inadvertido. Pero la gente del campo está plenamente consciente de que con el producto de su
trabajo nos alimentamos todxs.

“El maíz -dicen quienes lo estudian, cultivan, cuidan y agradecen-, ha sido una de esas entidades
simples, elementales, imprescindibles en la vida de los pueblos, como el agua, la madera o la piedra.
México es impensable sin la presencia del maíz, que forma parte de nuestro patrimonio natural,
cultural y gastronómico”.
Hay quienes nunca dejan el grano tirado en el suelo, porque sería una ofensa pisarlo… y si se
llega a hacer, cuentan que el maíz se puede molestar y al sembrarlo, no va a germinar, crecer, y
menos, producir. Cuando se desgranan las mazorcas, cuando se guarda en costales, o se manipulan
los granos, debe hacerse sobre un petate; se le trata con respeto. Y hay también quienes usan la
planta para presagiar acontecimientos de diversa índole. Cuando las hojas que envuelven la mazorca
son delgadas, significa que el invierno será moderado, y cuando son gruesas, que el invierno será
muy frío.
En ciertas comunidades, las “cuatas” (mazorcas ‘atadas’ en par) del maíz e reservan como señal
de buen presagio y se consideran “guardianas” de la Milpa, sabiendo que si sus granos se siembran
en lugar especial (al medio del “ecuaro”), obtendrán abundancia en la cosecha.
En Michoacán, como en la inmensa mayoría de las sociedades actuales, el pensamiento religioso,
las faenas diarias, las fiestas (que se desarrollan a la par del ciclo agrícola), todo sigue girando en
torno del Maíz, que divide y organiza el tiempo del pueblo que vive de su cultivo. En la región de la
Cuenca del Lago de Pátzcuaro, se emplea el sistema de rotación para el cultivo del Maíz, asociado al
cultivo del frijol y calabaza, bajo un sistema agrícola de temporal que tiene más de 3,000 años de
antigüedad.
“El aprovechamiento integral de la planta del Maíz, tiene una relación directa con el tipo de
necesidades que el elemento puede satisfacer y con las que se puede crear. Por ejemplo, las raíces se
utilizan como abono; el tallo fresco, como alimento; el tallo seco, como forraje y para artesanía; sus
hojas y granos, como forraje y en la preparación de alimentos; el olote, como combustible, forraje,
desgranador, y en la preparación de solventes; los hongos del maíz son alimento; la mazorca es
comestible; sus cabellos son medicinales, sus hojas son envoltura para alimentos y son utilizadas en
la artesanía… y sus granos se utilizan para una gran diversidad de alimentos, para preparar
almidones, aceites, alcohol y miel”, nos informan mujeres de la “Red TzÏri”.
Y también se ha documentado que un “propiciador” de lluvia lo encontramos en las danzas de
algunos pueblos, cuando lxs bailadorxs tienen el propósito de “hacer reír a las nubes” y en
consecuencia, se espera la suficiente agua para la siembra del Maíz y de otros cultivos. En la fiesta
del Corpus o Chananskua, es cuando se agradece a la tierra por los frutos obtenidos en el año y es
también cuando los oficios son bendecidos; es en esta fiesta, cuando no faltan las “pozas” dedicadas
al Maíz. Y la fiesta de San Isidro, se enmarca en el pedimento de un buen temporal que asegure el
crecimiento de la Milpa.
Finalmente, también resulta menester recordar, que ha sido el territorio Michoacano cuna de los
“Dioses más ligeros del Mundo”, en cuya manufactura, desde tiempos remotos y anteriores a la
Colonia, se utiliza la caña y la pasta hecha con esa caña, más otros elementos naturales de la región,
para elaborar las imágenes de Dioses Tutelares y de los llegados a estas tierras, desde la Conquista.

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