Muchos no tenemos cuidado, con el importante momento en que para educarse tienen nuestros
hijos adolescentes, cuando más nos necesitan se les abandona, sin saber que en esa etapa de su
vida son extraordinariamente críticos, propensos a seguir el ejemplo de quienes son de más edad,
quienes les proponen hacer, probar cosas que muchas veces tienen fatales consecuencias.
De alguna manera el hogar, es el más importante centro escolar donde se aprende a tener
cuidado, pero ello no es así. Una adolescente es asesinada, en la madrugada, pues a esa hora
andaba con su novio, que drogado le causa la muerte. El respeto ahí se enseña, hacer lo bueno,
darle un pleno valor, a las palabras.
Un adolescente me dice: “Quiero a mi papá, pero no me gusta, al momento que recuerda el Diez
de Mayo fuertemente a causa de que algo le sale mal”. Una chamaca me confía: “Tengo miedo
que mi pareja, salga como mi padre, que quien si todavía habrá muchos como él: Mujeriego,
tomador, desobligado que nunca me ha dado un cariño, preguntado por cómo me siento, que
quiero”.
Otra adolescente expresa: “Lo saben o se hacen, mire, en la escuela, menos en otros lados, no
hablan a todos por lo que tenemos curiosidad a esta edad, una enorme curiosidad, por saber
cómo nacemos. El comportamiento que debemos tener en el noviazgo. Saber que son realmente
las drogas. Porque se drogan muchos. Yo creo que hay muchos feminicidios porque por todos
lados se nos oculta el importante tema de la sexualidad, ahí andan muchos compañeros y otros ya
no tan jóvenes tomando fotos con el cel por debajo de nuestras faldas. Aquí en Pátzcuaro, en
algunas escuelas privadas las mujeres son obligadas a andar metidas en largas naguas”.
Mire señor, dice otra jovencita: “En éste país, no hay ninguna responsabilidad de nadie hacia
nosotras, hacia lo que va a ser nuestro futuro. Perdimos señor y anótelo bien, dos largos años sin
clases, irresponsablemente se nos pasa de grado sin saber nada, además muchos profesores se
desentendieron de nosotros, a los que trataban de buscar una verdadera comunicación, de lejitos,
sus directivos se los prohibieron tajantemente. Las universidades la pasan hoy de maravilla porque
muy pocos aprueban sus difíciles exámenes, hasta un fulano se burla declarando: “No pasaron,
porque no tienen el chip, están a buena edad para que se dediquen a otra cosa”.

Una joven, como enojada me dice retadoramente: “Señor y este ejercicio ¿tendrá algún resultado
oh beneficio?”. Y se me fue el habla. (Adén Castro)

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