A nivel mundial se celebran el diez de diciembre, los derechos que deben gozar todos los
animales, a vivir y, a que se les respeten sus santuarios de donde han sido desalojados sin
misericordia alguna.
Nunca como hoy la sobrevivencia de todo lo vivo, se encuentra en un grave peligro, si los
derechos humanos no se conocen ni se observan, menos lo son los de las especies que conforman
la fauna, cada día se registra la pérdida irremediable de alguna de ellas, sólo su imagen se guarda
como fiel testimonio de la criticable relación que guardamos hacia ellos.
Recientemente en el Zoológico de la capital michoacana, muere un felino a causa de que el
espacio destinado para él se inunda con aguas sucias. En Nuevo León los osos al sentir que su
espacio se invade, salen desconcertados, a merodear las nuevas construcciones, donde son
apaleados y muertos. Los japoneses de una manera bárbara, desde hace siglos han perseguido,
cazado a miles de ballenas poniéndolas en un serio peligro de extinción.
África sigue siendo el sitio ideal para cazar tigres, rinocerontes, elefantes a quienes antes sólo se
les mataba para arrancar sus colmillos. Esa diversión absurda es privilegio de la nobleza española,
de los multimillonarios. En el lago de Pátzcuaro, varias especies están en serio peligro de
desaparecer, se han violado los espacios donde viven víboras, halcones, zorrillos, venados,
tlacuaches, ranas, lagartijas para construir sitios de descanso, edificar mansiones en espacios que
se creía eran de todos los habitantes del municipio.
Falsamente, creemos que por ser animales, no conocen la alegría, la tristeza, el dolor. En la casa
de mi madre, en la época de lluvias observaba en su jardín tortuguitas. Además de mariposas,
libélulas, luciérnagas, aves, murciélagos, búhos. Algo que nunca olvidare, fue ver, cuando
milagrosamente después de llover, vimos una liebre qué sin temor alguno, empieza a mordisquear
la yerba verde, estábamos en eso cuando aparece nuestro gato y ante el asombro de todos,
también él se pone a hacer lo mismo.
Se cree que las recientes epidemias, y se esperan más, tienen que ver con nuestra intromisión de
sus moradas que nunca hemos respetado. Las víboras de cascabel son más respetuosas que uno,
pues en una ocasión un familiar, sin darse cuenta se para encima de ella, teníamos quizás siete
años, quise gritar, pero lo creí imprudente, la serpiente al no sentir después ningún peso, poco a
poco se aleja. (Fidel Rodríguez Ramos)

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